En dos de las obras presentadas hay conexiones con las artes visuales: su tercer cuarteto de cuerda Anájikon y su pieza orquestal Ny-él forman parte de una serie de obras sobre el tema de los ángeles. Inspiradas en obras de arte de amigos, no pretenden interpretarlas musicalmente, sino acercarse a ellas sonoramente, para darles vida. La mayoría de las composiciones de ángeles de Gourzi tienen nombres inventados libremente, así como un color asignado, que refleja la energía sonora de la pieza. Anájikon, el ángel del jardín azul, fue escrita en 2015 para el Cuarteto Minguet y como primera composición de esta serie de obras. Se inspiró en la escultura de bronce Ángel I del artista berlinés Alexander Polzin.
Los tres movimientos (La rosa azul, El pájaro azul, La luna azul), parecen abarcar un amplio espacio. Esta impresión la crea una música en paz consigo misma, que se aleja conscientemente de las "secuencias y patrones sonoros contemporáneos habituales" (Gourzi) y se apoya en cambio en la consonancia y las melodías concisas y ejerce una atracción casi hipnótica. En el primer movimiento, con sus secciones corales, los cuatro instrumentos pueden cantar en solitario sobre un pulso constante de corcheas. El segundo movimiento se caracteriza por los solos de la viola y el violonchelo, hasta que finalmente las esquirlas de los motivos individuales se entretejen en un campo sonoro rítmicamente libre de todo el cuarteto. En el último The Blue Moon, los sonidos evocan los lados brillantes y oscuros del satélite terrestre (The bright side - The turning - The dark side).
Konstantia Gourzi estrenó su obra orquestal Ny-él, dos ángeles en el jardín blanco, encargada por el Festival de Lucerna, en agosto de 2016 con la orquesta de la Academia del Festival de Lucerna, fundada por Pierre Boulez. La partitura está dedicada a la memoria de Boulez y Claudio Abbado. El punto de fuga de los cuatro movimientos cortos, que forman una unidad narrativa y que también se inspiran en una obra de Alexander Polzin (Double Angel, 2014), es el Jardín Blanco final con sus acordes finales por excelencia bañados, por así decirlo, en un blanco radiante ("religioso, muy cálido" es la instrucción de la partitura). A ella se llega a través de las estaciones Desalojo, Éxodo y Anhelo.
A diferencia de Anájikon, una extensa sección de percusión proporciona fuertes impulsos rítmicos, especialmente al principio con su conflicto entre la percusión arcaica y las cantilenas lastimeras de las cuerdas y las maderas. Los colores orquestales, brillantes y atmosféricos, son también el resultado del uso de técnicas de interpretación inusuales (desde fuertes exhalaciones y aleteos en los instrumentos de viento hasta el uso de pelotas de goma tocadas en el cuerpo de los instrumentos de cuerda) y de elementos aleatorios a través de los cuales los instrumentistas "encuentran su camino hacia un diseño tonal individual".
Una conexión muy diferente entre "el pasado y el ahora" se explora en Hommage à Mozart, tres diálogos, un encargo de 2014 para Nils Mönkemeyer y William Youn. La composición parece hecha a medida para el tono sonoro de la viola de Mönkemeyer, a veces sombrío, a veces radiante, pero siempre cantarín. Los tres "diálogos" meditativos trazan la relación de Gourzi con Mozart sin hacer uso de citas directas individuales o alusiones a la música de Mozart. El motivo único del tema, interpretado inicialmente por la viola sola, se desarrolla en variaciones, y las cantilenas flotantes de la viola, que a veces suenan como improvisadas, se acompañan de sonidos de piano ingrávidos, hasta corcheas danzantes del pianista. Al compositor le preocupan los estados de ánimo que se exploran en el diálogo entre los dos instrumentos, con "un sentimiento, un cierto aura, lo que Mozart desencadena en mí sonoramente en ese momento", dice Gourzi. "[...] Siento a Mozart y su música como energía y dejo que me guíe"
Fuente: Nota de prensa de ECM Records